¿HOLA, QUE TAL?

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Un besooooooooooooooooo...
muaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaacks

Si existiera... me gustaria vivir aquí...

Macaco.

Amy Macdonald.

Ismael'lo.

UB40

sábado, 21 de febrero de 2009

Toda historia tiene siempre como mínimo dos versiones.

CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO FEROZ.
El bosque era mi casa. Yo vivía feliz y contento. Cuidaba de las plantas, lo mantenía todo limpio y ordenado, y velaba por el bienestar de los animales, que eran mis amigos. Me gustaba conversar con ellos de todas las cosas bonitas que hay en la naturaleza.
Un día soleado, cuando yo estaba recogiendo unas basuras olvidadas por unos excursionistas, escuché unos gritos y mucho escándalo. Enseguida me escondí, ya que no tenía claro quién podía producir ese jaleo. Con precaución observé desde mi escondite y vi a una niña vestida de una manera muy extraña, toda de rojo y con una capucha en la cabeza, que de una manera alegre y despreocupada destrozaba flores y pisaba la hierba, y tiraba al suelo los papelitos de los caramelos y de las golosinas que engullía casi sin masticar.
Pasó un rato y salí de mi escondite para preguntarle quien era y a donde iba, ya que no la había visto nunca en el bosque y siempre es agradable hacer nuevos amigos. Me contestó que iba a llevar una cestita con miel a su abuela y que no tenía tiempo de pararse a hablar conmigo. Y todo esto lo dijo sin dejar de tirar papelitos al suelo. Era una niña maja, pero un poco irresponsable en cuanto a cómo se deben tratar el bosque y sus habitantes.
Por cierto, yo conocía a la abuela. Era una viejecita muy simpática que vivía en un claro del bosque y esto me hizo pensar que debía ir a verla para hablarle del poco respeto que demostraba su nieta hacia nuestro bosque amado. Decidí ir por un atajo para llegar primero, ¡¡¡a saber lo que debía estar haciendo esa niña!!!
La abuela, al conocer el comportamiento de su nieta, no se lo pensó dos veces y decidió irse, en ese mismo instante, a casa de su hija para contarle lo que pasaba. Me pidió que esperara a la niña y que le dijera que dejara ahí la cesta con la miel y que volviera enseguida a su casa.
Pero como hacía frio y la abuela aún no había encendido la chimenea, me puse su ropa y me metí en su cama. Pasó un buen rato cuando oí unos fuertes golpes en la puerta y suponiendo que era la niña la invité a pasar. La niña, sin decir ni buenos días, al verme me dijo algo muy desagradable en relación a mis orejas. Como que ya me han insultado en otras ocasiones no le hice ni caso y le dije que eran así para oírla mejor.
A mí, la niña me gustaba, pero volvió a hacer otro comentario desagradable e insultante sobre mis ojos saltones. Comprenderéis que ya empezara a sentirme un poco incómodo y que empezara a encontrar a esa niña muy antipática, pero como no quería enfadarme seguí con la broma y le dije que eran así para verla mejor.
Pero la niña que no tenía bastante y que le encantaba meterse con los demás, tocó precisamente mi punto débil: mis dientes. Siempre he tenido problemas por tener unos dientes tan grandes y feos. He estado siempre acomplejado por ello, y este comentario me pareció muy ofensivo. Sé que tendría que haberme controlado, pero salté sobre ella para asustarla y le dije que eran así para comérmela mejor.
Seamos serios, ningún lobo puede comerse a una niña. Esto lo sabe todo el mundo. Pero esa niña estrafalaria y mal educada empezó a correr y a gritar. Yo, arrepentido, corría tras ella para calmarla, pero como la ropa de la abuela me molestaba, me la saqué y eso aún fue peor, porque la niña se asustó y gritó mucho más fuerte.
De pronto, la puerta de la casa se abrió, y apareció un cazador con una escopeta. Sin preguntar qué pasaba, empezó a disparar a diestro y siniestro. Por suerte, tenía tan poca puntería que pude escaparme por la ventana sin resultar herido.
Me gustaría decir que este es el final de la historia, pero no es así. La abuela, para que no se supiera que su nieta era una niña malcriada e insensible, no quiso decir nunca la verdad de lo que había pasado, cosa que provocó, que enseguida se propagara el rumor de que yo era un animal salvaje, devorador de niñas, malo por naturaleza y de quien no podías fiarte. Todo el mundo empezó a huir de mí, a evitarme y a ponerme mala cara.
Yo no sé qué habrá sido de esa niña estrafalaria y antipática, pero yo, ahora siempre estoy solo y no soy feliz. ¡¡¡Nada feliz!!!

Bájame la Luna...