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Amy Macdonald.

Ismael'lo.

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lunes, 23 de marzo de 2009

Vicente Ferrer.

El español Vicente Ferrer, fundador de la importante organización no gubernamental (ONG) que lleva su nombre en India, se encuentra ingresado en "estado crítico" en un hospital del país asiático tras sufrir un infarto cerebral, anunció su fundación este domingo.
Vicente Ferrer, de 88 años, está ingresado desde el viernes en un hospital del distrito de Anantapur, en el sudeste de India, en coma tras padecer un infarto cerebral.
Ferrer, un ex jesuita que trabaja desde hace 55 años en India, creó su fundación en 1969 con su esposa Perry, una periodista inglesa.
Resumen de una entrevista hecha a Vicente Ferrer hace unos años.
Vicente Ferrer es, además de una institución viviente, un hombre locuaz que trasmite serenidad y que vehicula sus fuertes convicciones éticas ("la responsabilidad recae en la sociedad, pero lo que hago es un motivo más que suficiente para dedicarle toda una vida") con una sabiduría anclada en lo práctico que le lleva a ponerse como meta que "el 90% de los españoles donen dinero para el desarrollo de los países más pobres del mundo".
No ha envejecido, porque no ha dejado de enamorarse: de la vida, de la gente, de sus proyectos solidarios. Pero Vicente Ferrer dista mucho de ser un romántico. Para él, la acción consiste en poner en práctica las ideas, y el idealismo no es otra cosa que actuar.
Flanqueado por Ana -esposa y compañera de singladura solidaria- y por el equipo directivo de la Fundación Vicente Ferrer, a este afable profeta de la acción en favor de los más necesitados se le ve cómodo, acostumbrado al papel de hablar, aunque resulte evidente que prefiere escuchar a los demás y trabajar por ellos. Se expresa con una lenta y dulce cadencia, y en un desarmante ejercicio de modestia y de respeto al interlocutor no regatea esfuerzo ni tiempo para hilvanar y ordenar sus ideas. En cada momento, se percibe que tanto la manera de pensar como de comunicarse de Vicente Ferrer están muy imbuidas de la espiritualidad oriental y del desapego a lo material.
Ferrer no se siente personaje histórico pero ello no obsta para que aspire a que su obra, su ingente proyecto, sobreviva al paso del tiempo. Es maestro, pero no se reclama líder ni profeta. Reconoce sin ambages que el objetivo que le mueve a viajar una vez al año desde la India a España es conseguir fondos y asegura que "debemos sacar el máximo provecho del dinero para llevar adelante nuestros proyectos educativos, sanitarios y laborales". En la región sureña de Anantapur, en el Estado de Andhra Pradesh, más de dos millones de personas han vinculado su economía y su sistema de vida a los logros de la Fundación Vicente Ferrer. Este sistema dentro del sistema ha adquirido ahora signos de normalidad, pero no siempre fue así.
“Padre Ferrer, tómese unas cortas vacaciones y luego regrese a la India". Estas diplomáticas palabras enviadas por telegrama en la primavera de 1968 llevaban la firma de la presidenta Indira Gandhi. Las castas más poderosas e influyentes de la India, temerosas de las mejoras sociales que los programas de actuación de los equipos de Vicente Ferrer estaban consiguiendo para la población, acusaron a este trabajador infatigable de querer convertir al cristianismo a los campesinos cuando este objetivo nunca inspiró a nuestro personaje. Pero fueron precisamente los campesinos, los pobres entre los pobres, quienes se manifestaron para exigir que volviera el hombre flemático que impulsaba la construcción de pozos, clínicas rurales y escuelas. Han pasado desde entonces más de 30 años y el esfuerzo de Fundación Vicente Ferrer se plasma en 1.500 aldeas dotadas de infraestructuras, donde el agua es potable, donde hay camas en los hospitales, donde hay libros y niños que aprenden a leer y donde las cooperativas agrícolas generan actividad económica y riqueza. Discapacitados, mujeres e intocables siguen siendo pobres, pero comienzan a creer que se puede vivir sin someterse sumisamente a la tiranía de la pobreza.
Hablar con Vicente Ferrer es escuchar reflexiones y propuestas tan alejadas de los maximalismos como impregnadas de realidad y compromiso. Su optimismo se basa en la fe en las personas, mientras que su crítica al sistema reside en lo práctico, en la búsqueda del cambio.
¿Por qué eligió la India?
La India me eligió a mí. La casualidad encubre cosas muy grandes, y engloba todo lo que hacemos en un espacio de nuestra historia. Asumo que lo que ha ocurrido en estos 50 años de vida de nuestra Fundación ha sido fruto de decisiones, de reacciones ante imprevistos favorables o desfavorables. Durante la Guerra Civil escogí dedicar mi trabajo a Dios. Tomé esta decisión, y al terminar la guerra estuve mirando en qué podía concentrar mis esfuerzos para ponerla en macha.
Me decidí a entrar en la Compañía de Jesús, siguiendo el carácter aventurero de San Ignacio de Loyola, con aquella mezcla de santo y mercader. Me gustó su espíritu, era un hombre muy práctico, se preguntaba qué hacemos en la vida.
A pesar de sus inicios religiosos, su vida es un ejemplo de anteponer siempre la emancipación de los pobres al discurso evangelizador. ¿Es la ayuda al necesitado la buena acción por excelencia?
Déjeme que le explique. En mi caso, se cumplía el tercer año de mi formación religiosa, es ese el momento cuando has de salir pertrechado con el espíritu pero yo decidí alejarme de la espiritualidad. Decidí que lo más me importaba era escuchar y obedecer a mi convencimiento de que a la santidad se llega por los caminos más terrestres. Para mí, actuar es lo más importante, es la última espiritualidad, porque va un paso más allá de la oración, porque en tu acción buena se mueve todo tu ser: la parte física, el sentimiento, las sensaciones...
Es de suponer que fue entonces cuando acuñó el lema que más le define: "la acción contiene en sí toda la filosofía, todo el universo y al mismo Dios"
Cuando empecé a trabajar en las misiones, todo se fundó alrededor de la acción, de disminuir el sufrimiento de los seres humanos, que no consiste en imponer nada sino en ayudar a mitigar el dolor. Formamos una organización semejante a la de ahora, con mi propio catecismo, hablando a los campesinos y diciéndoles que los dos hijos de una madre no son hermanos, se hacen hermanos cuando uno ayuda al otro. Si queréis ser ricos, dad; si queréis ser pobres no deis nada a nadie. Y así fui elaborando los mandamientos que se pueden resumir en el concepto filial entre los seres humanos. Parto de que todos nos debemos a la sociedad en la que hemos crecido y que le debemos devolver lo que nos da. Si haces cuentas y sólo entregas lo que has recibido, significa que no has dado nada, sólo has devuelto.
¿Es esto una respuesta al espíritu o marca pautas de comportamiento?
El hombre está dotado de unas fuerzas espirituales que no necesitan aditivos para explicarse. Soy enemigo de hablar de revelaciones, sin embargo recuerdo una noche muy oscura durante la guerra, en la que mi pensamiento me puso a prueba. Emprendí mi propia batalla, tenía que escoger el bando donde me alistaba: la oscuridad o la luz, y no entendía por qué me costaba tanto aferrarme a la luz. Desde entonces, estoy en su bando aunque veo la oscuridad de este mundo y la entiendo. Pero lo bueno es que la luz no se apaga: está el amor a los demás, la solidaridad, el querer que este mundo sea diferente de lo que es. Nos quejamos a Dios, si es qué está ahí, de que el mundo está mal hecho y esto nos aparta de los hombres. Es una prueba demasiado fuerte y hemos de quejarnos de lo que nos toca vivir.
Interviene su mujer, Ana, que con una apacible sonrisa afirma que Vicente Ferrer actúa en España como un filósofo mientras que en la India habla sólo de cosas muy prácticas. "Aquí se refugia en mensajes espirituales porque la gente tiene apetito de ellos y los necesita, pero durante los treinta cuatro años que llevo viviendo con él no ha dejado de pensar cada día en que puede hacer para mejorar las condiciones de vida de los demás".
Se le ha oído lamentar la burocracia a la que están sometidos.
En vez de tantos papeles, las administraciones deberían pedir y comprobar los resultados. Si pedimos dinero para hacer un hospital, quieren controlar las facturas compulsadas, cajas y cajas de papeles que hay que empaquetar y enviar, y lo que deberían comprobar es si el hospital se ha construido y funciona. Sería más fácil y resultaría más eficaz para todos
Un año más ha visitado España para recabar fondos. A sus 82 años contagia a todo el mundo con su espíritu inconformista y sereno a la vez, pero ¿no le pide el cuerpo descansar un poco?
La Fundación funciona sin mí, pero yo no sin ella. Tenemos un equipo directivo de más de veinte personas completamente dedicadas al proyecto. Y casi todas ellas son indios del pueblo que llevan más de veinte años trabajando en la organización. Eran, en un inicio, pobres e incultos pero han estudiado y se han instruido hasta el punto de que están capacitados para trabajar a este nivel directivo y de organización de proyectos. Y no se van a ir de la Fundación porque son de allí, del pueblo. El proyecto de la Fundación Vicente Ferrer no termina en Vicente Ferrer, sólo empezó con él.
Vicente y Ana Ferrer van a ser abuelos en breve. Tienen ganas de volver a la India que unió sus vidas cuando ella era una joven periodista que se enamoró de un revolucionario de los pobres, y lo que era una noticia para un informativo se convirtió en el prólogo de una nueva existencia. La entrevista con uno de los personajes más destacados del siglo XX, según la UNESCO, candidato al premio Nobel de la paz y galardonado con el Príncipe de Asturias a la Concordia ha terminado, no así el impacto de sus palabras, que tienen un recorrido cuyo fin queda muy lejos de nuestra imaginación.

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